Bryan Husted | Premio Insignia Rómulo Garza 2017
Respetables miembros del Presidium, familiares de don Rómulo Garza, alumnos, profesores, directivos del Tecnológico de Monterrey y público presente:
Me pongo ante ustedes con un corazón jubiloso y profundamente agradecido. Una trayectoria, una vida no se construye ni uno mismo ni en un día. Empezando con mis papás que ya partieron de esta vida, les agradezco porque me dieron la libertad de ser curioso, de leer, de ser diferente a los demás niños. Siempre me apoyaron y mi mamá me explicó que la clave del éxito era la perseverancia. Me hubiera gustado que mi hermana Claire estuviera aquí por su ejemplo tenaz de buscar sus sueños. En este momento está viajando para trabajar dos años en el Cuerpo de Paz con los enfermos de SIDA en Sudáfrica.
En la vida de un maestro, los maestros cobran mucha importancia, y menciono, entre muchos, a Mrs. Thomas, la maestra de ciencias de la secundaria que nos inculcó el auto-aprendizaje cuando nadie hablaba de esto; el Dr. Kirk Hart, quien impartió la clase de ética empresarial, nos explicó cómo es que las mismas organizaciones hacen daño al medio ambiente, a la comunidad y a sus propios empleados. El doctor era un narrador consumado; su clase marcó un parteaguas respecto a mi interés en la ética y mi decisión de dedicarme a este tema.
Al llegar al doctorado, me tocó la suerte de tener como asesor a Ed Epstein, un gran ser humano y una eminencia en la ética empresarial. También apoyó mi inquietud de trabajar en México con el consejo de no desvincularme de la red internacional de investigadores. Y así lo he hecho.
El culpable de mi llegada al Tec fue el mismísimo David Noel Ramírez, entonces director de la División de Administración y Ciencias Sociales. Sin saber exactamente qué hacer con un gringo bien intencionado, me ofreció un trabajo. Crucialmente, me dio las condiciones para hacer investigación y tuvo la paciencia de esperar los resultados.
De inmediato me sentí abrazado e integrado al Tec. El Campus Monterrey fue un lugar íntimo y todos nos conocíamos. Y este compañerismo continúa en la EGADE. Estoy profundamente agradecido con mis colegas por su apoyo y aprecio. También con los directivos, las secretarias, los mozos, jardineros, los técnicos, los bibliotecarios, las personas que apoyan en el comedor. Su actitud de servicio me anima a servir. Su calor humano me anima a ser más humano. Y por supuesto, agradezco a los muchos alumnos que he tenido, especialmente los alumnos de doctorado que han aceptado mi dirección en temas a veces poco usuales, pero que han confiado en mi: Ana Rosa, Itzel, Mario, Pancho y Jason, nuestro investigador posdoctoral, y muchos otros que ya terminaron.
Más allá del Tecnológico, hay los muchos amigos que han adoptado a un gringo solitario a formar parte de sus familias. Estos amigos han sido claves en mi vida por su amistad incondicional. Los hermanos de la iglesia y mis pastores me han provisto de una incubadora espiritual para la vida. Y los niños pequeños me han enseñado que México debe ser el país con más sonrisas per cápita que cualquier otro país del mundo.
Cada vez que salgo del país por períodos extendidos, regreso extrañando el calor humano que me ha envuelto desde el inicio, extrañando estos saludos, los abrazos de año nuevo, las piñatas, la rosca de reyes, los colores, los sabores, y muchas otras maneras en que el mexicano te dice que la vida es buena y que te quiere.
Recientemente he conocido el mundo indígena de México y me he puesto a aprender el náhuatl. He tenido la sensación de que estoy llegando por primera vez a este país tan inmenso y rico en tradiciones y lenguas.
Por todo esto y mucho más, doy gracias a Dios. Me ha llevado por este camino inesperado a pesar de mis propios planes. Sin Dios, mi trabajo como investigador no cobraría sentido. Es Dios que me ha abrazado día tras día por medio de las risas, bromas, y abrazos de ustedes. El único que merece honor en esta premiación es Él a quien le debo todo. Como dice el salmista: ¿Cómo puedo pagarle al Señor por tanta bondad que me ha mostrado?
Así que me despido en lengua náhuatl: Tlaskamati miak. Ma Toteko anmechtiochiua. Muchas gracias. Dios los bendiga.
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