“A los 15 años me fui de Sonora a Monterrey para estudiar la preparatoria. Cumplí precisamente 15 años arriba del camión que me llevó”, así recuerda José Luis González Íñigo el inicio de su historia con el Tec de Monterrey.
Ahora, a 64 años de distancia de aquel momento, su alma máter lo reconoció con el Premio Trayectoria EXATEC 2023, distinción que otorga a egresados con un alto grado de trascendencia.
“Aquí me siento como en casa”, fueron sus primeras palabras al recibir el reconocimiento. “Aquí logré conseguir una beca para poder estudiar mi carrera; aquí me preparé académicamente; aquí practiqué mis deportes favoritos; aquí adquirí, creo, un poco de sentido de responsabilidad”, señaló con sencillez.
Egresado de la carrera de Ingeniero Químico Administrador, dentro de su trayectoria profesional destaca el ser fundador del grupo Sesajal, el cual transforma y da valor agregado a cerca de 200 mil toneladas de materias primas por año, provenientes en su mayoría del campo mexicano.
Pero sin duda, lo que mueve gran parte de su vida es el poder hacer algo por quienes más lo necesitan. Después de pasar por momentos complicados de salud debido a neumonías y COVID, sabe que aún puede generar valor en la sociedad.
“Hace tres meses me auguraban 10% de probabilidades de seguir viviendo. Recuperé por fortuna la salud. Para mí no hay la menor duda de que Dios quiso que me quedara otro rato para dedicar más tiempo a trabajar por los demás”, compartió con los presentes.
Estudiar en Monterrey: la decisión que marcó su vida
En entrevista con CONECTA el ingeniero José Luis González Íñigo hizo un recuento de su infancia, su decisión de preparase académicamente, su trayectoria profesional, su pasión deportiva y su interés por devolver a la sociedad las oportunidades que a él se le presentaron.
Nació en Hermosillo, Sonora, en 1944, lugar donde su niñez y adolescencia transcurrieron de manera feliz y tranquila, relata.
“En ese entonces de lo que más disfrutaba era del beisbol, era prácticamente el único deporte que se jugaba”.
A los 14 años, a pesar de su corta edad, tuvo una idea muy clara: partir a otros horizontes en la búsqueda de un mejor futuro.
Para él, esa oportunidad era el Tec de Monterrey. La forma de lograrlo fue convencer a su padre que su “sueño” era convertirse en ingeniero químico.
“En realidad fue porque sabía que esa carrera no estaba en la Universidad de Sonora, donde mi padre quería que me quedara. Le dije que en Monterrey estaba la mejor escuela para estudiar y ya no pude evitar ser ingeniero químico”, confiesa.
Para su fortuna, la facilidad para las matemáticas, la física y la química, realmente lo hicieron disfrutar de los días de estudio y contar con muy buenas calificaciones, lo cual sería crucial cuando su padre pasó por una época económica que le dificultaba apoyarlo con el pago completo de la colegiatura.
“A punto de terminar la prepa, una secretaria muy amable que recibía los pagos, me comentó que se estaba teniendo problemas con el cheque. Ella sabía que me iba bien y fue quien me sugirió pedir beca.
Eso marcó mi vida y ahí empecé a forjar, creo, un sentido de responsabilidad: tenía que mantener buenas calificaciones, tener un buen comportamiento y me hizo consciente de la ayuda que otros pueden brindar”, remarca con orgullo.
La persona que veía de lejos, fuente de inspiración
Los días de estudio comenzaban temprano. Salía del edificio Internado III, conocido por todos como “La ratonera”, y se dirigía a clases, pero no pasaba para él desapercibido un personaje que veía a lo lejos.
“Me daba curiosidad ver a un señor bajito de estatura, vestido de traje, que caminaba por el campus con una libretita en mano y hacía apuntes, hasta que un día me enteré que era don Eugenio Garza Sada”.
Para el ingeniero González Íñigo él se volvería desde entonces una fuente de inspiración. Con el transcurrir de los años, recibió con orgullo la distinción que reconoce a quienes son ejemplos de los valores que en vida promulgó el fundador del Tec: el Premio Eugenio Garza Sada.
“Yo, como muchos estudiantes foráneos, creamos una profunda admiración por este personaje. Entre sus muchos atributos que tenía, para mí destaca su afán de logro por proyectos grandes, el Tec, uno de ellos.
“Además de su efectiva preocupación, traducida a acciones, por la calidad de vida de sus colaboradores, en especial los de más bajos ingresos”, destacó el EXATEC en su mensaje, en la ceremonia donde recibió ese premio en 2017.
Trayectoria empresarial y social
Aunque el EXATEC comparte con sincera humildad que este tipo de reconocimientos que le ha otorgado su alma máter lo han tomado por sorpresa, sus aportaciones son palpables en la industria mexicana y en el ámbito de apoyo social.
Es presidente del Consejo y fundador del grupo Sesajal -que ya cuenta con más de 34 años de historia- el cual genera cerca de 2 mil empleos directos y más de 10 mil empleos indirectos.
Gracias a su visión y liderazgo ha sido llamado a ser parte de la Confederación nacional de Cámaras de Comercio y de la Confederación Patronal de la República Mexicana, del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública del Estado de Jalisco y de la ciudad de Guadalajara, y del Consejo Regulador del Tequila, por mencionar algunos.
Pero sin dudar, comparte cuál ha sido una de sus grandes lecciones: “la vida me ha enseñado que ser agradecido y generoso son las dos más grandes cualidades del ser humano”.
Esa convicción lo ha llevado a ser presidente fundador del Centro de Rehabilitación infantil TELETÓN de Occidente; Consejero de la Fundación de la Universidad de Guadalajara y de la Cruz Roja; miembro de la Fundación Social del Empresariado Jalisciense (FEJAL) y, actualmente, presidente del Banco de Alimentos de Guadalajara.
“Ayudar a los demás en la medida que uno pueda son de las satisfacciones más gratas, más edificantes y que dejan más huella”, enfatiza.
“De eso me di cuenta a los 40 años. Me hubiera gustado haberme dado cuenta a los 25-26 años”, comparte, con la convicción de poder motivar a más gente a la acción social.
Para el empresario y altruista su sentido social fue algo que heredó. “Mi madre era sumamente humana, una mujer extraordinariamente generosa, sobretodo en cariño”, señala con orgullo.
"La vida me ha enseñado que ser agradecido y generoso son las dos más grandes cualidades del ser humano"
Su amor por el deporte y el beisbol
“Durante mi estancia en el Tec, de los 15 a los 22 años, logré encontrar a temprana edad un rumbo para mi vida; el Tec me ofreció muchos amigos y me ofreció el marco para practicar muchos deportes, entre ellos el beisbol, una pasión en mi vida”, comparte el ingeniero González Íñigo.
A un par de meses de haber llegado al Tec, comenzaba la liga de softbol estudiantil; les pidió a sus paisanos sonorenses la oportunidad de jugar con ellos y sus habilidades le dieron un lugar en el equipo.
Su talento en softbol y beisbol lo llevaron a tal punto que, antes de graduarse, un equipo de beisbol profesional lo quería para sus filas: el equipo de Reynosa, que pertenecía en ese entonces a Los Angels de Anaheim.
“En su momento me dio mucho gusto, pero al final de cuentas decidí rechazar esa oferta y empezar mi camino profesional en lo que había estudiado”, reseña.
Pero su figura fue tan destacada en el deporte del Tec, que desde 2007 su nombre forma parte del Salón de la Fama del campus Monterrey.
“Yo seguí jugando besibol por muchos años, en ligas acorde a mi edad. También me gusta ser espectador, trato de ir a los juegos de la Serie Mundial.
“En Guadalajara empecé a ir a ver a Los Charros; soy tan apasionado que le reclamaba a los ampáyers, al mánager, me veían simplemente que yo vivía intensamente el beisbol”, comparte el EXATEC.
Al estar pasando el equipo por una situación complicada hace aproximadamente 3 años, le ofrecieron ser dueño de Los Charros. Tras varios meses de negociaciones, finalmente concluyó con éxito y su familia es propietaria del equipo.
“Esto es una actividad de largo plazo, tiene un sentido social enorme: implica poner academias de béisbol para niños y jóvenes, que desarrollen su talento; me encanta que las familias vayan al estadio y se diviertan de manera sana”, considera.
Merecedor al máximo reconocimiento para egresados del Tec
El ingeniero González Íñigo se convirtió en el cuarto ganador al Premio Trayectoria EXATEC, máxima distinción para egresados del Tec, el cual fue instituido en 2020 para distinguir a quienes han impactado positivamente a su comunidad.
La ceremonia de entrega del premio se realizó el 21 de febrero en el campus Monterrey, en el marco de la Reunión Anual de Consejeros del Tec de Monterrey,
“Es un digno representante de los valores en los cuales se fundamenta nuestra visión: innovación, integridad, colaboración y empatía”, resaltó Alejandro Poiré, vicepresidente de Relaciones y Desarrollo del Tec, durante la ceremonia de entrega.
El presidente del Consejo del Tec de Monterrey, Ricardo Saldívar Escajadillo, también le dirigió un mensaje.
“Hoy te reconocemos José Luis. Lo hacemos con mucho cariño. Eres un gran ser humano, con gran disposición de aportar tu talento al servicio de la comunidad, siendo un promotor del desarrollo económico y un modelo a seguir.
Estoy seguro que verte a ti como ganador de este premio motiva a otros EXATEC a seguir tu huella y nos inspira a generar un nuevo entorno”, le expresó.
Acompañado por su esposa Conchita, y por sus hijos, el egresado se mostró emocionado por recibir esta distinción. “Me mandan a Guadalajara feliz y con ganas de seguir trabajando. Muchas gracias”, culminó en su mensaje.
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