México enfrenta una de las etapas más críticas en materia de salud con la pandemia por COVID-19, sin embargo, ahora surge otro gran reto en el área de la medicina que ha obligado a diversos sectores a buscar soluciones, la obesidad infantil.
Datos de la Organización Mundial de la Salud muestran que México es el país número uno en consumo de alimentos ultra procesados a nivel América Latina.
Cifras recolectadas por este organismo revelaron que 33.2 % de los niños entre 6 y 11 años presentan sobrepeso y obesidad, y en el caso de los adolescentes entre 12 a 19 años, el 36.3% presenta este problema.
Ante este panorama Amanda Ramos Trujillo, directora de la Carrera Nutrición y Bienestar Integral de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud del Tecnológico de Monterrey, recomienda crear una cultura en la educación alimentaria.
“La obesidad tiene una etiología multifactorial, o sea hay muchas cosas que intervienen en que una persona desarrolle.
Sin embargo si consumimos alimentos que aportan tal vez gran cantidad de calorías y no la gastamos con ejercicio, pues ese exceso de energía que están consumiendo se guarda a manera de grasa”, explicó.
Además de la falta de ejercicio, las horas de sueño y el control de las emociones son otros factores relacionados a los malos hábitos alimenticios señaló la especialista.
“Hoy en día se duermen más tarde, se levantan más temprano; también el no tener un horario adecuado de horas de sueño tiene un impacto.
El no saber controlar emociones de ansiedad, de estrés, de depresión o de angustia o demás también puede hacer que se recurra a la comida”, mencionó.
Destacó que el entorno familiar juega un papel fundamental en el desarrollo de los buenos hábitos alimenticios de los niños.
“Algo bien importante que se debe hacer como papás, es hacer una pausa y analizar el estado nutricional del hijo, sobre todo el peso.
Muchas veces los papás ven a los niños en la escuela, los ven más o menos a todos con la misma complexión, entonces dicen: mi niño está normal porque pues todos están iguales, pero cada niño es diferente”, agregó.
Para hacer frente a este problema Amanda Ramos sugiere llevar una dieta rica en alimentos saludables como frutas, semillas y proteínas.
Además de sustituir bebidas azucaradas por agua con trozos de fruta y preparar snacks nutritivos como jícama o zanahoria rayada, inclusive gelatina o yogurt griego.
“Tampoco se trata de decirle al niño que toda la comida procesada es mala porque luego nos podemos ir al otro lado, o sea de ocasionar un trastorno de la conducta alimentaria.
Si consumen este tipo de alimentos chatarra hay que explicarles diciéndoles “acuérdate que ayer tomamos refresco, vamos a dejarlo para después”, compartió.
Actualmente en Nuevo León se estudia la posibilidad de prohibir la comida chatarra a través de una reforma que prohíba su venta a menores de edad, tal como lo hizo el estado de Oaxaca.
Sobre esta propuesta la especialista reconoció que es una buena estrategia mientras se lleve a cabo de manera completa, es decir que además de eliminar los alimentos chatarra se eduque a los niños en esta materia.
“Este tipo de iniciativas debe revisar que realmente las escuelas no vendan ese tipo de productos.
Además, debe de haber un balance entre la cantidad de cosas saludables que come el niño, la cantidad de cosas chatarra, la comida rápida que consume y la actividad física”, dijo.
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