Luz Araceli González | Opinión | Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno
La historia oficial, esa narrativa de datos, nombres y fechas que se enseña en los colegios como mecanismo que forja la identidad nacional y el sentido de pertenencia, nos ha instruido, generación tras generación, bajo una visión maniquea protagonizada por “héroes” que han luchado contra “villanos”, esta historia oficial ha hecho del 15 de septiembre el momento fundacional del México independiente mismo que después de 211 años se sigue celebrando.
Hablar de independencia no es sólo referirnos a ese momento cuando el cura Miguel Hidalgo y Costilla tocó la campana de Dolores y con ello llamó al pueblo a la rebelión contra la “dominación española” y que año con año es motivo de fiestas, verbenas populares, desfiles, fuegos pirotécnicos, uso de atuendos típicos y la tradicional frase: ¡Viva México!…
El proceso de independencia es mucho más complejo y no debe ser reducido a los acontecimientos del 16 de septiembre de 1810, recordemos que Guadalupe Victoria, el primer presidente de México designó esa fecha como el día oficial de la celebración no obstante la tradición de empezar los festejos la noche anterior fue oficializada en 1896 por Porfirio Díaz.
El camino para alcanzar la independencia ha sido largo y sinuoso. En sus inicios fue encabezado por los criollos, ese grupo social de españoles nacidos en territorio de la Nueva España y que veían minadas sus condiciones y aspiraciones frente al predominio y privilegios de los llamados españoles peninsulares.
Aunque la historia oficial nos habla de una gesta del pueblo mexicano hemos de reconocer que esta fue una lucha de españoles peninsulares contra españoles continentales americanos, no obstante, ambos grupos se valieron del pueblo indígena para nutrir a sus respectivos grupos combatientes.
2021 celebramos no son sólo los 211 años de aquella lucha por la emancipación de España, o en palabras del actual gobierno la primera transformación, también debemos remembrar el bicentenario de los tratados de Córdoba, otro episodio fundamental del camino por la independencia de México.
Aquel 24 de agosto de 1821 Agustín de Iturbide como comandante del ejército Trigarante firmó con Juan O’Donojú, jefe político superior de la Nueva España, la retirada de las fuerzas españolas de la ciudad de México y con ello, supuestamente, la consumación de la independencia.
Después de 11 años de lucha, la independencia parecía haberse consumado, así nos lo narra la historia oficial, sin embargo, no fue sino hasta 1836 cuando finalmente con la firma del tratado Santa María-Calatrava de paz y amistad entre México y España, la corona ibérica aceptó reconocer la independencia de nuestro país.
"2021 celebramos no son sólo los 211 años de aquella lucha por la emancipación de España, o en palabras del actual gobierno la primera transformación, también debemos remembrar el bicentenario de los tratados de Córdoba, otro episodio fundamental del camino por la independencia de México".
El camino por la independencia no concluyó con este episodio, puesto que después se tuvo que ratificar la soberanía nacional haciendo frente a las aspiraciones de otras naciones que buscaron minar la recién obtenida libertad nacional entre las que destacan las intervenciones de Francia, Gran Bretaña y nuevamente España en la llamada intervención tripartita y la de Estados Unidos.
Hoy hemos de hacernos la pregunta si somos realmente sociedades libres e independientes, cuando profundos lastres nos golpean día a día como la pobreza, la marginación, la discriminación a la que se suman la falta de acceso a educación digna y de calidad, a salarios justos, a trabajos bien remunerados, cuando la corrupción es cosa de todos los días en múltiples niveles.
Las celebraciones patrias como la independencia, la revolución, la defensa del Castillo de Chapultepec con la gesta de los niños héroes entre muchas más, deben ser momento propicio para reflexionar sobre nuestra condición nacional, repensar nuestra historia con espíritu crítico más allá de visiones en la que se enfrentan “buenos y malos”.
Más allá de la visión decimonónica de independencia hoy hemos de construir sociedades verdaderamente independientes lo cual sólo se podrá lograr poniendo en práctica la libertad, la justicia, la inclusión y el respeto hacia toda la sociedad.
La autora es Doctora en Relaciones Internacionales, especialista en Asuntos Globales y Política Internacional. Profesora investigadora de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey.
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