La igualdad mal entendida solo empobrece. ¿Cómo enfrentar la desigualdad que lastima?
Por Salvador Alva - 23/07/2019

Salvador Alva* | Opinión | Presidente del Tecnológico de Monterrey

La pobreza siempre ha existido, es un estado “natural” en el que nacen los hombres.

Lo que inventamos recientemente es cómo crear riqueza, y eso nos ha llevado a una reducción dramática de la pobreza; sólo creando riqueza se crea bienestar y se reduce la pobreza. Así de simple.

En México el 7.6 por ciento de la población vive en pobreza extrema, según las cifras de 2016 del Coneval -una actualización de este estudio será publicada en un par de semanas-, pero ¿cuáles son las causas de esa riqueza que puede abatir la pobreza?

Hasta el año 1500 de nuestra era, casi toda la población del planeta era pobre, el ingreso por habitante no pasaba de 500 dólares al año. 

Fue en los últimos 300 años, en los que esta cifra se disparó a una media actual de más de 11 mil dólares, un factor de 22 veces.

Y en los últimos 30 años, la población en pobreza extrema, medida por quienes reciben menos de 1.90 dólares al día, se redujo de mil 900 millones de personas a 650 millones, que equivalen a un 9 por ciento de la población.

¿Qué sucedió? Abrimos los espacios a la libertad, lo que trajo consigo el esfuerzo individual, la competitividad, la meritocracia, el emprendimiento y, como resultado final, la creación de enorme riqueza, aunque con una gran desigualdad.

¿Cómo enfrentar esta desigualdad que lastima? Ha sido la gran pregunta que todos quisiéramos poder responder.

Los países que han tenido más éxito en ello, son aquellos que han entendido que la única igualdad deseable y posible, es la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades.

Cuba y Venezuela quisieron imponer la igualdad como modelo de desarrollo; lo hicieron suprimiendo la libertad, imponiendo sus ideas y aniquilando el mérito individual. La igualdad mal entendida solo empobrece. Se igualó a la sociedad empobreciéndola y limitando la libertad individual.

Solo han florecido aquellos países que han basado su desarrollo en mantener y cuidar lo más valioso que tiene el ser humano: la libertad de todos sus ciudadanos de pensar diferente y de ser respetados, independientemente de sus ideologías o creencias.  

El año pasado José Antonio Fernández y yo escribimos un libro con el título “Un México Posible”, en el que planteamos una visión disruptiva para un México diferente, basado en algunas premisas que están funcionando a otros y que son la pieza fundamental para un desarrollo sostenible.

La pobreza no tiene causas, pero cuando la riqueza que se genera es legítima, es socialmente productiva y contribuye a generar oportunidades para todos, se crea el bienestar.

Son estos los cuatro diferenciadores que propusimos como la brújula que nos puede llevar a construir esa sociedad más incluyente que tanto anhelamos:

  1. Apostarle a atraer, desarrollar y retener a talento pujante comprometido y capaz, con una educación de calidad y una cultura del mérito que permitan la movilidad social como requisitos para poder aspirar a ser parte de la nueva economía del conocimiento.
  2. Fortalecer un vibrante espíritu emprendedor con instituciones promotoras de la innovación y el talento emprendedor, que nos permitan crear empresas de talla global que transformen el planeta y derramen bienestar a nuestras comunidades.
  3. Enfocarnos en crear ciudades y comunidades seguras, modernas, divertidas y competitivas para vivir y atraer talento de todo el mundo.
  4. Crear ecosistemas amigables para la gestación de empresas y atracción de centros de investigación y universidades internacionales, facilitados por gobiernos e instituciones confiables, abiertos, digitales y responsivos.

México está inmerso en un contexto mundial que se transformará en forma exponencial, en el que las ciudades, y no los países, son las que compiten por atraer y retener el mejor talento y capital.

Si no mostramos señales muy claras de que la innovación, la tecnología, el emprendimiento, la educación de calidad, el desarrollo humano, la meritocracia, el cuidado del medio ambiente y una visión de largo plazo son los fundamentos de nuestro modelo de desarrollo, difícilmente saldremos de la pobreza y lograremos florecer como especie humana.

Sólo los países que entiendan cómo crear la riqueza con bienestar y respeten la libertad serán los ganadores del siglo 21.
 

*Salvador Alva es presidente del Tecnológico de Monterrey desde el 2013.

** Este texto fue publicado el 23 de julio del 2019 en los diarios Reforma, el Norte  y Mural, y se reproduce con permiso.

 

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