Oscar Sampedro Fernández | Opinión | Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey campus Hidalgo
La palabra innovación proviene del latín innovatio, formada por in (“dentro”) y novus (“nuevo”). Se entiende como la acción de crear algo o transformar lo existente en nuevas formas que respondan a las necesidades de la sociedad.
En siglos pasados, la transformación más innovadora fue convertir la materia prima en mercancía: la industrialización.
Así, la innovación se asoció casi exclusivamente a lo tecnológico, reforzando la idea de que el cambio pertenecía a la industria y que el gobierno quedaba atrapado en una burocracia obsoleta e ineficiente.

Sin embargo, las Ciencias Sociales tienen la virtud de cuestionar paradigmas. ¿Por qué seguir creyendo que el gobierno no puede innovar?
Los problemas públicos son tan numerosos y diversos que urge buscar nuevas soluciones, pues las recetas clásicas han fracasado una y otra vez.
Problemas como la pobreza, la violencia, la falta de servicios o la discriminación no solo persisten, sino que se agravan. Estos retos demandan respuestas distintas, más creativas y cercanas a las realidades locales que viven las comunidades.
En este sentido, el sector estudiantil debería convertirse en un actor clave de la innovación.
"La universidad no solo forma profesionistas, sino ciudadanos responsables capaces de cuestionar y transformar su realidad".
Con los conocimientos adquiridos en la universidad, sumados a su creatividad y manejo de nuevas tecnologías, los jóvenes podrían impulsar políticas públicas de mayor alcance.
Esto requiere un vínculo más fuerte entre academia y sector público. Pero aún queda un pendiente: ¿qué tanto fomentamos desde la universidad la sensibilidad hacia los problemas colectivos que impactan directamente a la ciudadanía?
Una encuesta aplicada a 1,261 estudiantes de universidades, realizada en el marco del proyecto postdoctoral Infocracia y polarización política en estudiantes de Educación Superior de la megalópolis mexicana, refleja el reto que enfrentan los temas de interés entre la juventud.

Los más destacados son: 30 por ciento: actividades de mis artistas favoritos y moda, 29 por ciento: deportes y fitness, y 16 por ciento: lo que publican mis amigos y lo que acontece en mi escuela.
En menor medida, los estudiantes muestran interés en política: 11.7 por ciento, problemas públicos de su país: 8 por ciento y solo 6 por ciento en problemas públicos de su estado y comunidad.
El interés por los problemas públicos y sociales es bajo, sobre todo en los que afectan directamente a los propios estudiantes: los locales.
Su atención está enfocada en temas privados como moda, artistas o deportes, dejando de lado la reflexión y la participación en asuntos colectivos.
Si aspiramos a innovar lo público, debemos comenzar por despertar en las y los estudiantes un genuino interés por los problemas colectivos.
"...el sector estudiantil debería convertirse en un actor clave de la innovación".
La universidad no solo forma profesionistas, sino ciudadanos responsables capaces de cuestionar y transformar su realidad.
Solo así podremos generar una nueva generación de líderes que entiendan que la innovación también es un deber con lo público y no únicamente una meta del sector privado.
*Oscar Sampedro Fernández es profesor y director de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, campus Hidalgo.
Esta editorial fue publicada en Criterio Hidalgo y se cuenta con la autorización para publicarla en CONECTA.
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