Conoce a Ari, una historia de éxito por y para la inclusión

“Las manos también pueden hablar” es un proyecto de inclusión con el que Ariadna Lutrillo, catedrática del Tecnológico de Monterrey ha emprendido para impactar la vida de muchas personas a lo largo de 9 años.

Ari, como es conocida en la comunidad de campus Puebla relata que al iniciar con su proyecto recibió apoyo de la universidad donde se graduó como Licenciada en Lenguas, sin embargo, al convertirse en egresada eso cambió.

“Me apoyaron mientras era alumna, pero al egresar el apoyo no continúa, en ese entonces no estaban preparados para formar personas que emprendieran en esta área”.

“Ari tiene una trayectoria increíble. Hay pocos profesores que hayan emprendido una organización que se dedique a acotar las desigualdades dentro de la sociedad mexicana, Ari lo hizo” explica Francisco Díaz, Director de Departamento de Estudios Humanísticos de la Región sur del Tec de Monterrey.

ENCONTRANDO SU LUGAR

Acostumbrada a pelear por sus sueños, Ari, quien tiene discapacidad motriz continuó con su proyecto, el cual decidió acompañar con la decisión de estudiar la Maestría en Educación por el Tec de Monterrey y dar así un giro de 180 grados a su vida.

“Fue algo súper bonito y diferente el trato que recibí de la gente del Tec, a diferencia del trato que recibí a fuera, era sorprendente. He interactuado con instituciones de educación especial y ni en ellas tiene el trato que hay aquí”.

“Las manos también pueden hablar” es un curso de lenguaje de señas mexicanas, del cual propuso su enseñanza a profesores y alumnos, al notar la necesidad de comunicación que existía.

Una vez culminada esa etapa de su vida y al convertirse en egresada, el destino puso a Ari a prueba una vez más.

“Como todo egresado busco trabajo en diferentes instituciones y se me niega por la discapacidad física que presento y pensé que no podía quedarme en casa sin hacer nada”.

Con título en mano decidió dar clases de manera independiente y proveerse el trabajo que en muchos lugares le negaron.

Poco a poco el proyecto comenzó a funcionar, sin embargo, Ari tenía una preocupación. Sus cursos no tenían el respaldo de una institución para que las personas que lo tomaban contaran con las credenciales necesarias para demostrar su aprendizaje.

“A quienes tomaban los cursos les gustaban, pero esas personas no tenían la credibilidad, sobre todo cuando veían que la maestra tenía discapacidad; así estuve 2 años, hasta que llegó la oportunidad de estudiar mi maestría”.

La doctora Sandra Gudiño fue la primera persona del Tec de Monterrey que tuvo contacto con Ari y fue quien la invitó para realizar el examen de ingreso a la maestría.

Ari describe que en un inicio se preparó para cuestionamientos sobre porque no caminaba o porque usaba silla de ruedas, pero su sorpresa fue grande cuando eso no sucedió.

“Ahí me di cuenta que aquí (en el Tec) no importa la condición, sino la persona (…) todas las actividades que me pedían que realizara yo las hacía con todo el amor y todo el gusto porque me sentía cómoda”.

“Fue un reto grande. Si bien estoy acostumbrada desde hace 10 años a las clases de lenguaje de señas mis grupos no eran grandes, por mucho de 15 alumnos y a veces sólo tenía 1 o 2 y con eso trabajaba; cuando llegué al Tec el grupo era de 30 alumnos y dije: ¡wow, cuanto confían en mí!”.

Uno de los objetivos de Ari a través de la materia “Inducción al servicio social” dentro de Semanas Tec, es sensibilizar a sus alumnos en cuanto a las necesidades sociales que tienen otras personas, que se empapen de ellas y se dejen afectar por el entorno.

“Les he dicho que valoren la plataforma tan grande que es el Tec, no todos tienen la oportunidad de ser parte de una institución como esta; creo que ellos despertaron, desarrollaron y agradecieron esos valores que vi en ellos, que traen de casa y los reafirman en el Tec”.

SOBRE EL VALOR DEL TRABAJO

Ari es la primera integrante de su familia en estudiar y trabajar en el Tec de Monterrey, lo que considera significativo para su familia.

“A lo mejor para muchos obtener un trabajo es muy fácil, a mí me costó 9 años de buscar un montón de oportunidades. Es la primera vez que firmo un contrato, tengo una nómina, a lo mejor son cosas comunes para todos los demás, pero para mí es súper”.

“A todas esas empresas que me dijeron que no y que mi perfil era muy alto para poder contratarme les doy la gracias, en el fondo sabía que iba a llegar a un lugar en el que no fuera rara o indiferente, estoy contenta con esta inmersión laboral”.

UN LEGADO DE INCLUSIÓN

Debido a su incansable labor en favor de la inclusión, Ari es invitada a diversos eventos en los que no pierde la oportunidad de motivar a los presentes.

“El año pasado me invitó la doctora Sandra Gudiño a un evento de EXATEC, todavía no era yo EXATEC; para cerrar mi plática le decía a la gente que los príncipes si existen y que yo ya había encontrado al mío, que era azul y se llamaba Tecnológico de Monterrey”.

Para Ari el Tec de Monterrey es “un lugar mágico”, donde los integrantes de su comunidad se tienden la mano y apoyan entre sí.

“Dicen que cuando trabajas en lo que te gusta no se siente que es trabajo, y es lo que siento con mi proyecto; me da orgullo ver que este se presente como socio formador en las Semanas Tec”.

Finalmente, para el doctor Francisco Díaz, el Tec es una institución que se deja interpelar y cuestionar sobre su congruencia en una formación integral a la persona.

“La presencia de Ari significa eso, dejarnos enseñar, dejarnos ser congruentes con una formación integral por el ser humano”.