Columna 'Torre de Babel' | campus Monterrey
En el repositorio de la memoria del México antiguo, es fascinante descubrir el pensamiento de los primeros mexicanos.
Sacerdotes, sabios y poetas supieron transmitir a través de lo oral y lo pictográfico su concepción de vida, filosofía y arte.
Como manifestación de la antigua palabra aparecen los Cuicapicque o forjadores de cantos.
La palabra, que es representada en los códices con volutas floridas, muestra su complejidad cuando la encontramos simbolizada en volutas adornadas con flores, símbolo de las palabras floridas y que eran cantadas o recitadas durante las fiestas.
Miguel León-Portilla, el más importante investigador del pensamiento náhuatl, estudia cómo estos forjadores de cantos están presentes en los antiguos códices.
León-Portilla en su libro Quince poetas del mundo náhuatl, texto publicado en 1994, explica cómo la producción oral náhuatl está ligada a los contenidos de los libros pictográficos.
Los primeros frailes etnográficos como Bernardino de Sahagún y Andrés de Olmos, así como los cronistas nahuas Chimalpahin y Álvaro de Tezozómoc insisten en que la tradición oral está ligada a los libros pictográficos.
Estos libros poseen una secuencia glífica representada en signos como el del agua, de caracoles, flores, huellas de pies, cabezas de animales, etc.
Los primeros vestigios de pinturas teotihuacanas datan entre el 400 - 450 d.C. y en ellos aparecen registros de cantares indígenas.
Estos textos prehispánicos expresan el desarrollo cultural y la sabiduría de los pueblos mesoamericanos a través de conceptos abstractos con sentido filosófico y artístico.
Ángel María Garibay K., principal estudioso de la literatura náhuatl, fue quien inicialmente habló sobre los forjadores de cantos en sus investigaciones.
Las traducciones y transcripciones modernas de estos cantos se representan en versos cortos siguiendo los rasgos estilísticos y poéticos de los cantares.
Aunque en la mayoría de los códices estudiados los autores de cantos floridos son anónimos, León-Portilla identifica quinces poetas siguiendo las glosas que los frailes anotaban en los manuscritos.
Uno de los poetas identificados es Nezahualcóyotl, gran sabio o tlamatini del mundo náhuatl.
Aquí un fragmento de su canto sobre los enigmas del hombre en la tierra:
“No acabarán las flores, /no cesarán mis cantos. / Yo cantor los elevo, / se reparten, se esparcen. / Aun cuando las flores/ se marchitan y amarillecen, / serán llevadas allá, / al interior de la casa/del ave de plumas de oro.” (Ms. Romances de los señores de la Nueva España, fol.19v.)
Los forjadores de cantos son el indicio de una extraordinaria expresión artística antiquísima.
Los Cuicapicque están aquí para hablarnos sobre la fugacidad de la vida, la fragilidad del hombre y su vínculo con la naturaleza.
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