Gabriela de la Paz | Opinión | Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno
Esta semana iniciaron los trabajos del comité que investiga el ataque al Capitolio estadounidense del 6 de enero pasado.
Esa vez, el Congreso en pleno se reunía para certificar, estado a estado, los votos obtenidos por ambos candidatos de la elección presidencial.
Después de que en su momento cada estado anunciara al ganador de los votos populares, el 14 de diciembre el Colegio Electoral dio a conocer los votos electorales que les correspondían a Donald Trump y a Joe Biden.
Este era el paso previo a la sesión del 6 de enero, donde se haría oficial el triunfo de Biden.
Lo que vimos fue el último intento de Donald Trump por arrebatarle el triunfo a Joe Biden, lo cual le costó un segundo juicio por destitución, aunque para entonces ya había terminado su mandato.
Y lo que ha venido ocurriendo a partir de entonces ha sido un burdo intento por parte del Partido Republicano, leal a Trump, por tergiversar la verdad.
Primero, los republicanos de ambas Cámaras rechazaron conformar una especie de Comisión de la Verdad bipartidista.
Que, al igual que la que se formó para investigar la respuesta al ataque del 11 de septiembre de 2001, realizara indagatorias para averiguar no sólo cómo se fraguó el asalto al Capitolio, sino cómo ocurrió y se analizaran las respuestas de las autoridades encargadas de su seguridad.
Después de todo, los máximos representantes del pueblo estadounidense, incluyendo al Vicepresidente, estuvieron en peligro.
Sin embargo, los republicanos se han negado a una investigación seria, sabiendo que quedarán expuestos públicamente muchos políticos, desde Donald Trump al senador Josh Hawley, que apoyaron de una manera u otra a quienes atentaron contra el Congreso.
Tan sólo dos representantes republicanos han accedido a ser parte de la comisión investigadora que se formó gracias a que el Partido Demócrata tiene la mayoría de votos.
Los demás han minimizado el ataque o incluso han tratado de verlo como algo positivo.
En vez de terrorismo doméstico, se trata de "patriotas defendiendo sus votos", aunque los mecanismos institucionales para disputar los resultados electorales les hayan refutado sus argumentos una y otra vez.
"Los republicanos se han negado a una investigación seria, sabiendo que quedarán expuestos públicamente muchos políticos, desde Donald Trump al senador Josh Hawley"
Claramente, a los republicanos no les conviene volver a esos hechos vergonzosos en los que se evidencia que a Donald Trump no le importa nada más que sus propios intereses.
Volver al pasado les impide dedicar su tiempo a atacar la gestión de Biden y les obligaría a hacerse responsables de sus actos y a enfrentar una sanción, además de una posible pérdida de votos de la cual podrían no recuperarse en algunos años.
Pero es mucho peor lo que el Partido Republicano está haciendo.
Si bien los resultados de la comisión que investiga los hechos del 6 de enero puede que no consigan reconciliación y unidad, más que nada porque los republicanos no están dispuestos a ello, el gobierno y las instancias encargadas de velar por la seguridad del Congreso deben conocer dónde estuvieron los fallos de seguridad para no repetirlos.
Dejar la puerta abierta a esta vulnerabilidad es un gran error. El Congreso no fue atacado hace 20 años por Al Qaeda probablemente porque el vuelo 93 de United Airlines que debía estrellarse en él fue abatido en Pensilvania.
No lo sabemos con certeza. Pero lo que sí sabemos es que los republicanos se aferran a Trump como si fuera la única razón para votar por ellos.
Negar la verdad es inadmisible. Es una locura alterar el pasado para impedir los trabajos de la comisión, aunque las evidencias estén al alcance de cualquiera.
Cambiar la narrativa de los hechos es una gran irresponsabilidad y un acto muy poco patriótico. Los ciudadanos de Estados Unidos tienen derecho a conocer la verdad del 6 de enero para deslindar responsabilidades, corregir fallos de seguridad, entre otras cosas.
Que esta comisión pueda hacer su trabajo sin impedimentos es importante.
Porque al no valorar la verdad por encima de cualquier cosa, así sea la reputación de un partido político o de una persona, Estados Unidos exhibe el rechazo a sus principios fundacionales y se convierte en un tigre de papel cuya pérdida de credibilidad le puede costar caro en el ámbito internacional, sin importar si su mandatario es demócrata o republicano.
La autora es profesora del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey
** Este texto fue publicado el 28 de julio de 2021 en los diarios Reforma, El Norte y Mural, y se reproduce con permiso.
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