Juan Pablo Murra Lascurain | Opinión | Rector de profesional y posgrado del Tec de Monterrey
Cada inicio de año representa un nuevo ciclo que nos invita a imaginar potenciales escenarios, riesgos y oportunidades. Últimamente he estado cavilando en la importancia que tiene la manera en que pensamos sobre el futuro, en lo individual y como sociedad. Nuestra visión del futuro y el rol que podemos jugar en su construcción orienta nuestras decisiones y acciones en el presente, creando así un círculo positivo o negativo que determina el futuro en sí.
Una primera dimensión que distingue nuestra expectativa del futuro es si lo vemos con miedo o con esperanza. Por un lado, vivimos en la mejor época de la humanidad evaluada desde múltiples indicadores. Durante siglos, cada nueva generación ha tenido mejores condiciones de vida. Sin embargo, al mismo tiempo estamos en medio de la peor pandemia en al menos un siglo, con retos titánicos y con tecnologías disruptivas que seguramente alterarán de manera significativa nuestra vida.
Estas condiciones macro son sólo el contexto en el que cada persona y comunidad imaginan y edifican su futuro. Y aquí hay una primera oportunidad, una decisión de perspectiva. La disposición activa de ver el futuro con optimismo.
Pensar que el futuro puede ser mejor nos invita a imaginarlo y crearlo. Hace unas semanas, Martha Nussbaum en una conferencia de la Cátedra Alfonso Reyes, comentó: “no podemos justificar la esperanza, pero nos motiva a hacer el bien”. También creo que una visión de esperanza nos invita a cuidarnos y a trabajar en nuestro desarrollo
El futuro no se puede predecir. Ni tampoco está predeterminado y sólo hay que dejar pasar el tiempo para llegar a él. Hay que soñarlo, prepararse y trabajar por él
La segunda dimensión es la manera en que concebimos nuestra capacidad para incidir en el futuro individual y colectivo. ¿Nos entendemos, explicita o implícitamente, como espectadores pasivos o como agentes de acción? De entrada, esta visión de nuestras capacidades actuales y potenciales determina los posibles escenarios a los que aspiramos y por los que trabajaremos en nuestra vida.
Como en muchos otros frentes, en esta dimensión de posibilidades de futuro y nuestro propio sentido de agencia en los posibles escenarios, hay una creciente inequidad entre diferentes sectores de la sociedad. No puedes dar los primeros pasos en un viaje que no te puedes imaginar. Una tragedia el que haya tanto potencial y talento no aprovechado.
En la edición 2018 del Congreso Internacional de Innovación Educativa del Tec de Monterrey, Marina Gorbis, directora ejecutiva del Institute for the Future, cerró su conferencia con la siguiente frase: “Todos somos emigrantes hacia el futuro”. El destino y la manera de viajar dependerá, en gran medida, de lo que hagamos cada uno de nosotros.
Por esto, les comparto algunas recomendaciones acerca de cómo pensar en el futuro con una perspectiva positiva: Primero, estemos conscientes y atentos a que nuestro actuar en el presente se determina, en gran medida, por nuestras expectativas del futuro y nuestro rol en su construcción.
Parece una obviedad, pero por propia experiencia y observación de otros, es algo que olvidamos, por lo que caemos en fatalismos o actitudes de víctima que sirven de poco. Segundo, busquemos ser parte de grupos, organizaciones o movimientos que planten la posibilidad y se apliquen en la construcción de un mundo mejor. Tercero, ante los retos, recordemos la Oración de la Serenidad: “Serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor para cambiar las que sí podemos y sabiduría para discernir la diferencia”. Cuarto, desarrollemos capacidades personales y colectivas que sean conducentes a forjar el futuro deseado y, sabiendo que no todo dependerá de ello, las habilidades de adaptación y resiliencia para buscar vivir una buena vida.
El futuro no se puede predecir. Ni tampoco está predeterminado y sólo hay que dejar pasar el tiempo para llegar a él. Hay que soñarlo, prepararse y trabajar por él.
El autor es rector de profesional y posgrado del Tecnológico de Monterrey.
** Este texto fue publicado el 15 de enero del 2021 en el diario El Universal, y se reproduce con permiso.
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